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miércoles, 23 de enero de 2008

Me enamoré del sol de los venados... un sol asesino

Gloria Cecilia Díaz nació en Calarcá, Quindío y ella es la culpable de mi enamoramiento, casi enfermizo por el sol de los venados. Un fenómeno compuesto de manchones rojos, rosados, naranjas y amarillos en el cielo que día a día se encarga de vestir a los atardeceres.

Gloria Cecilia es la autora de un libro conocido con el mismo nombre de este fenómeno natural. Página a página se deja leer la historia de una niña calarqueña que empezando su vida tiene que aprender a sobrellevar los días sin la presencia de su mamá. Tal cual como me tocó, aprendiendo a pasar las tardes agarrada a una ventana sin escuchar el tun tun de la puerta que anunciaba la llegada de mi papá después de una ardua jornada de trabajo.

Pero más allá de eso, de esa coincidencia en la orfandad, me asustó la increíble similitud que yo tenía con la protagonista. Ambas, ella en las páginas y yo tras las rejas de la ventana encontraba en los arreboles del atardecer un éxtasis incalculable, una plenitud extraña.

Esta pequeña, justo al final del libro, reconoce que en el sol de los venados es donde encuentra siempre a su madre. Yo, en cambio no encuentro al hombre que perdí hace 16 años, pero siempre que estoy bajo ese cielo, bajo ese magnánimo vestido de colores en la atmósfera celeste, las ganas por estar con él me retuercen el estómago y las lágrimas se arruman en mis ojos intentando salir para darle rienda suelta a la profunda nostalgia que invade mi vida.

Tanto esa pequeña protagonista como yo, logramos encontrar en un fenómeno natural tan paradisiaco la tranquilidad a un desasosiego inmenso.

¿Pero qué tiene el sol al atardecer que hace del cielo un óleo invaluable? Los que están metidos en el mundo de la caza, saben que diariamente a las seis de la tarde salen todos los venados a caminar por los campos... es justo a esa hora, aprovechando esta caminata, cuando los cazadores aparecen para apoderarse de los venados distraídos y darle fin a su andar por los verdes campos.

¿Y por qué al cielo le da por vestirse de fiesta justo cuando su protagonismo en la vida de la tierra está próximo a opacarse por el vestido de luces de los anocheceres estrellados?

Este fenómeno del que vivo enamorada está relacionada con un proceso conocido como refracción atmosférica.

Resulta que la atmósfera actúa como una gran lente para los rayos de luz que entran a la tierra provenientes del espacio. Cada vez que el sol se sitúa más cerca del horizonte, los rayos solares atraviesan mayor cantidad de atmósfera para poder llegar hasta los ojos de los humanos, y es entonces, cuando en el camino la luz es doblada por las diferentes capas de aire, todas con diferentes intensidades.

Pero este fenómeno por sí solo no produce el color rojizo enamorador. Es decir, la luz por sí sola, al atravesar la atmósfera no tendría por qué vestir al cielo de colores.

Resulta que en la atmósfera hay partículas de aire, aerosoles, polvo y agua que se encargan de dispersar y absorver los rayos de luz azul y verde que van llegando a la tierra, mientras que los rayos rojos pasan sin ningún problema. Es por eso que el cielo se tiñe en las tardes de rojo, porque justo cuando el sol está más cerca del horizonte, es decir, de cuatro a seis de la tarde, los rayos de luz tienen que pasar con más dificultad por la atmósfera.
Pero acá viene el dato más triste de este hermoso fenómeno: cada vez se hará más rojo, más naranja y amarillo el cielo, porque diario habrá más polvo en la atmósfera. Es decir, los hermosos atardeceres están asociados con tanta contaminación. Cada día, las partículas de polvo, aerosol y aire que pululan en el cielos opacarán con más ganas los rayos azules y verdes de luz aque llegan a la tierra.
¿Quién iba a pensar que me enamoré de un sol que además de propiciar la muerte de tantos venados cada tarde, poco a poco también va matando a los humanos?

martes, 8 de enero de 2008

Rosalía Pelaez


¿De casualidad usted ya conoce todos los sitios turísticos del pueblo? Me preguntó un niño monito, de unos ojos verdes espectaculares y sonrisa pícara el puent pasado en Jardín... municipio del suroeste antioqueño.

Viendo que en la tarde no había mucho más para hacer además de sentarse a disfrutar de la hermosa arquitectura del marco del pueblo, decidí, en compañía de mi familia emprender el viaje junto a este pequeño guía llamado Samuel.

Y el recorrido empezó por la casa de Rosalía Pelaez. Pocos de los visitantes de Jardín alcanzan a conocer tan maravilloso tesoro, oculto entre unas paredes que dibujan a esta casa como cualquier otra. Pero esta no es una casa como las del pueblo... de la puerta para adentro se empieza a respirar otro ambiente... otro mundo.

"A mi me han dicho que esta señora leía el tarot... ¿se imaginan donde nos salga una bruja?", comentó mi mamá minutos después de que tocáramos el timbre de la casa número 7 - 31 de Jardín en búsqueda de aquel mundo desconocido que habitaba en la casa de Rosalía Pelaez.

Y dichas estas palabras se abrió la puerta... un sonido chillón nos aturdió a todos... parecía que hace muchos años la puerta se hubiera quedado cerrada y sólo hasta entonces doña Rosalía había decidido abrirla.
Pero ahí no paraba la sorpresa. En medio de la oscuridad salió Rosalía Pelaez, ante su imágen nos quedamos atónitos. En ese momento mi mente se puso en blanco y recordé a la bruja de Hansel y Grettel, tal cual... así era Rosalía.. ni más ni menos.

Buenos días, bien pueda sigan y conozcan mi casa... las piernas de cada uno de nosotros empezaban a flaquear, teníamos miedo y era evidente... Pero como dicen por ahí, la curiosidad mató al gato y a nosotros no nos iba a ganar el miedo... fue así como entramos a la casa del misterio. Y eso se sintió como entrar a los legítimos infiernos.

Habían santos con caras asombrosas por todas partes, antigüedades que lucían a punto de autodestruirse, gatos, pencas colgadas del techo y cuanto agüero típico hay en la región allí tenía un buen lugar. Rosalía en su juventud había sido una famosa tarotista y según cuentas leía hasta la punta del cabello, hoy ya está alejada de las artes ocultas y se dedica a exhibir su casa como un gran museo.
Pero no todo era brujería en esta casa...

El arte, la cultura popular y la religión tienen su espacio en la casa de Rosalía. Justo a la entrada hay un gran rincón en homenaje a su escritor favorito y según ella, su amigo entrañable: Manuel Mejía Vallejo. Sus fotos, algunos de sus escritos y unas cuantas veladoras adornan el lugar.

También hay un altar a la antigüedad. En este hay fotos de mujeres hermosas, entre ellas una de Rosalía, quien acusa al tiempo de su debastamiento físico. Allí hay también libros de viejo dedicados única y exclusivamente a la belleza de Antioquia. En ellos hay recortes de todo cuanto salía sobre las mujeres más bellas de la región . Los lujos se dejan entrever por las rendijas de las puertas y ventanas. Sin duda, este es el altar a la belleza no sólo del cuerpo, sino también del alma, hay santos por todas partes....

En uno de los cuartos, tal vez el más colorido, se respiran aires gitanos. Miles de pañuelos multicolores están abrazados a la cama tubular que allí reposa.
Aretes, joyas de cualquier valor y tipo, oraciones, vestimentas alusivas al arte de la adivinación y muchas, muchas veladoras hacen parte de la indumentaria del lugar.

El comedor... allí Rosalía exhibe toda la vajilla de sus tatarabuelos, abuelos y familiares que hoy descansan en paz... para ella es un orgullo que ninguno de estos elementos está despicado y que hoy por hoy le ofrecen millonadas por cada uno de ellos.
Sin embargo, ella todo lo tiene muy bien guardado y mantenido para evitar el deterioro de sus grandes tesoros y para mantener su gran homenaje a la cultura popopular.

Sigue el cuarto de máquinas. En este lugar ella alberga cuanta plancha vieja existe en Jardín, muchas máquinas de coser, máquinas de afeitar, lámparas de petroleo, baúles llenos de recuerdos, inyecciones viejas y un gran guardarropa que alberga toda la vestimenta colorida que la acompañó en su vida gitana.

Y para terminar... el patio de su casa. En él hay toda una colección de plantas que por su altura y espesura semejan una pequeña selva. Allí tienen su nido gatos, ratones, cucarachas, pájaros y cualquier otro animal que sea capaz de convivir allí... ella no echa a nadie, sólo a algunos visitantes que transitan por su casa en búsqeuda de sus tesoros.

Allí, en el patio Rosalía tiene una gran colección de llaves y candados.... todos fruto de la remodelación de Jardín, que dejó atrás las casas de tapia y las puertas de cerradura de cobre. Ella al ver que las casas viejas empezaban a desmoronarse decidió comprar las chapas para echar cerrojo a sus recuerdos y a la antigüedad que otrora respiró.

Eso a grades brochazos es la casa de Rosalía, declarada bien de interés municipal y adoptada como museo por la red de museos... y sin embargo, huérfana de cualquier tipo de subsidio a la cultura... Rosalía comenta la ausencia de subsidio entre dientes.

Para ella lo más importante es poder exhibir al turista el fruto de la recolección de cultura que logró hacer en vida. Ella repite que es feliz con sus mil y un altares, con sus animales, con sus recuerdos y con su gran museo a la vida en un pueblo...
Si quiere saber más de la vida de esta mujer otrora hermosa y ahora hechicera... diríjase a uno de los pueblos más hermosos de Colombia... Jardín - Antioquia.