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miércoles, 5 de marzo de 2008

¿Cómo se aprende qué significa ser madre?

Estoy indignada y de pelea con la cultura en la que nos tocó vivir. Hace doce días Luz Dary Gallego, una mujer de 34 años estaba en lo que los médicos llaman trabajo de parto. Esa mañana ella había asistido a una consulta ginecológica para preguntar por el estado de salud de su embarazo, para su sorpresa ya había empezado a dilatar y su hijo estaba próximo a nacer. Como pudo se comunicó con una cuñada y le pidió el favor de que la fuera a acompañar y que le llevara la rópa para Jerónimo: su primogénito.

Minutos después de recibir este diagnóstico Luz Dary fue internada en la clínica. Le adjudicaron un cuarto, una camilla y una bolsa de suero. De ahí en adelante la tarea sería esperar. ¿Esperar a qué? A que el médico considerara que ella y Jerónimo estaban listos para conocerse personalmente.

Esa desición médica estaría sujeta a que el cuello uterino de Luz Dary pasara del estado de dilatación dos al cuatro, que equivale a diez centímetros de apertura, espacio apto para que el bebé conozca el mundo en el que tendrá que desenvolverse de ahí en adelante.

Las horas empezaron a transcurrir. Los pies de Luz Dary empezaron a hincharse hasta tal punto que las chanclas le dejaron de servir. Ahora debía caminar lo menos que pudiera y si lo hacía lo debía hacer descalza.

Todos querían experimentar

Después de haber sido internada, cada hora empezaron a desfilar los médicos y jefes de enfermera de turno para monitorear el estado de Jerónimo y de Luz Dary. Pese a que supuestamente ella ya estaba en trabajo de parto, el bebé aún no estaba listo para venir al mundo. El cuerpo de ella no estaba dispuesto para permitir al niño salir por vía natural a este mundo.

Pasaron 28 horas. La presión de Luz Dary empezó a aumentar. Era de noche y como su parto lo subsidiaría el Sisbén no podía tener acompañante.

Estaba sola en Medellín y en el mundo. Sólo estaba con Jerónimo en aquella camilla y ambos estaban acompañados por las oraciones de todas aquellas personas que aunque no pertenecían a esta familia, estaban haciendo fuerza para que ambos salieran bien de este proceso.

Los médicos de turno empezaron a hacerle cada vez más tactos a Luz. Todos coincidían en lo mismo. El proceso de parto estaba lento, pero les preocupaba que la presión de ella continuaba aumentando y tanto su vida como la del bebé empezaba a peligrar.
Pero tal cuadro clínico no valió de nada. Pese a la gravedad de la situación había que seguir esperando a que el proceso se volviera a activar. ¿Qué hacer?

Si uno no se emberracan lo dejan morir

Habían pasado 30 horas. Luz Dary reventó la fuente y el líquido amniótico en el que nadó tranquilo Jerónimo durante nueve meses empezó a desaparecer entre las sábanas de aquella camilla.

Aún los médicos no consideraron oportuno traer a este bebé al mundo. Sólo cuando la patrona de esta mujer llamó a la jefatura de enfermería de aquel hospital, la situación de Luz y su hijo cambió un poco.

"Acá sin mayor problema dejan morir a la gente. Cómo se les ocurre tener a una mujer en trabajo de parto día y medio, aún cuando la vida del bebé está peligrando". La respuesta del médico no pudo ser peor.

"Señora nosotros somos los médicos y somos los que sabemos. Cálmese. Todavía no le podemos hacer cesárea porque recuerde que ella está por el Cisbén y eso es sólo en casos extremos. Más bien déjela de mimar para que pueda sentir el dolor de ser madre. Qué aprenda qué significa trare un hijo al mundo". La jefe de Luz quedó con la boca abierta y no le quedó más de amenazar con una tutela.
Pese a la hostilidad del médico, parece que estas palabras retumbaron en su mente y temió por su hoja de vida, o quién quita: se le pudo haber movido el corazón.

¿Qué pasó después? Una hora y media después hubo cambio de turno de médicos y enfermeras. Llego a vistiar a Luz un médico jóven y al preguntarle por su situación le dijo unas palabras claves: "Usted está grave. Su vida y la del bebé corren peligro. El trabajo de parto se suspendió hace varias horas ya. El niño no tiene como respirar. Hay que hacer una cesárea de urgencia".
Las carreras empezaron entonces en la vida de esta mujer. Tal como una serie de televisión irrumpió por la puerta de urgencias a la par de citas de urgente, rápido, tenemos que operar.
Una hora más tarde jerónimo ya conocía un nuevo mundo y Luz Dary aunque adolorida por la cortada que ahora dividía su abdómen, estaba más tranquila.
Me quedan algunas preguntas después de esta atormentada historia: ¿Qué siginifca para un hombre ser madre? ¿A caso experimentar un fuerte dolor en la vagina puede dar cuenta de lo que en adelante será la tarea de una madre? ¿Estar afiliada al Cisbén obliga a una mujer a soportar hasta el límite de su umbral de dolor cuando va a dar a luz?

De nuevo hago pública mi indignación con los médicos. No es justo que la historia de Luz y Jerónimo se siga repitiendo.

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