
Hoy no pretendo contar el cuento de nuevo. Esa gracia sólo la tiene este fabuloso hombre de letras. Pero más o menos habla de lo relativas que pueden llegar a ser las medidas de tiempo para cada necesidad y según cada reloj.
¿Se ha preguntado usted alguna vez a quién esperaría? ¿Por qué lo esperaría? Y ¿Cuál sería el mejor lugar para esperarlo?
Soy de las que cree que los seres humanos, en su mayoría, estamos infectados con el virus de la impaciencia. Nos desespera esperar, y no sé por qué carajos, cada día estamos más de afán. Por eso, se nos ha olvidado la gracia y la magia que trae consigo una larga marcha de tiempo, una eterna espera por ese algo, que tarde o temprano quisiéramos ver llegar.

Me deleitaría de manera inigualable sentarme a esperar a un antiguo amor. ¿Qué decirle? ¿Cómo abordarlo? ¿Qué se sentirá volverlo a ver? Eso sería una espera deliciosa... más aún cuando el cuadro está ambientado por un mariposario revolucionado en ese espaciecito que está ubicado entre el ombligo y el corazón.
Pero más que todos los anteriores, me encantaría sentarme a esperar a un buen escritor. Nunca es tarde para sentarse a leer cuatro efervecentes líneas... y no hay nada más emocionante que encontrar escondido tras un desfile de letras el rostro de uno, que cansado de esperar, empieza a desesperar.
Continuando con el ejercicio anterior... ¿Por qué no me cuentan a quién les gustaría esperar? ¿Por qué? ¿Para qué? y ¿En qué lugar?
Espero que todos podamos deleitarnos con nuestras largas marchas¡¡¡
1 comentarios:
y yo aun sigo esperando el amor de aquella chica que loco me tiene.... pero su amor otro loco lo tiene.
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